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ENSAYO: COLÓN Y SUS ENIGMAS.


COLÓN Y SUS ENIGMAS

ENSAYO:

Puede que otros llegaran al Nuevo Mundo antes que Colón, pero no hubo difusión y, por tanto, no hubo trascendencia. Sin embargo las cartas que Colón mandó a los Reyes Católicos y a otros personajes de la Corte desde Lisboa en mayo de 1493 de regreso de su primer viaje fueron impresas hasta catorce ediciones en latín, castellano, italiano, catalán y alemán y enseguida se difundió el hallazgo por toda Europa. Hasta ahora no se había dado difusión tan rápida y universal de una noticia. Para Europa el viaje de Colón en 1492 fue un hecho prodigioso: de repente el Viejo Mundo aumenta el panorama del pensamiento. La imaginación europea fue perturbada por el alborozo del descubrimiento y la curiosidad científica y literaria se vuelca con este hallazgo. Y si para la cultura europea el descubrimiento de América fue impactante, qué podríamos decir para los indios americanos que súbitamente descubrieron, en su mentalidad neolítica, la existencia de otros mundos y otras civilizaciones. Es por ello que el descubrimiento de América constituye uno de los episodios más importantes de la Historia de la Humanidad, uno de los grandes hitos que marcan su avance. El hallazgo colombino tuvo desde el primer momento gran trascendencia para Europa y para el mundo entero. Pocos hechos históricos han tenido tanta resonancia como el descubrimiento de América.


Como se sabe a Colón le empiezan a surgir los problemas sobre un cúmulo de hechos a partir de su segundo viaje. Los Reyes Católicos empiezan a darse cuenta de los exorbitantes privilegios que le habían concedido. Y aunque los Reyes Católicos, principalmente la reina, rehabilitan a Colón en la plenitud de sus derechos y honores tras el encadenamiento de que fue objeto por parte de Bobadilla, su fama y su estado de ánimos empiezan a decaer. Ya es un hombre destrozado que le hace envejecer prematuramente, agravado por la enfermedad que padecía de gota, la artritis degenerativa y una grave afección de ojos. Terminada la última expedición la enfermedad mandaba en el cuerpo roto de Colón, costándole un triunfo llegar de Sanlúcar a Sevilla, donde permanece postrado en la cama seis larguísimos meses, que, junto al peor tiempo que se recordaba, le impide llegar a la Corte, que se encontraba en Valladolid, para recuperar prestigio y derechos. Aunque no alberga muchas esperanzas, pues le comunican la triste noticia de que había muerto su valedera, la Reina. Por fin, a lomos de una mula ensillada y enfrenada, se pudo entrevistar, a finales de mayo de 1505, con el Rey. El Almirante vio indicios de que el Rey no iría a cumplir los compromisos adquiridos. Con el espíritu hundido por la frustración, minado por la enfermedad, Colón llega al final de sus días el 20 de mayo de 1506 en la villa de Valladolid. La muerte de Cristóbal Colón no fue noticia en la ciudad vallisoletana, ni entre sus habitantes, ni entre los cronistas de la villa, por lo que no aparece en las actas del Concejo. Los procesos judiciales que le sobreviven durante muchos años hacen que su reputación y popularidad decaigan. La gloria de su descubrimiento declina y su nombre deja de asociarse con el Nuevo Mundo. El mapamundi elaborado en el monasterio de Saint-Die, donde se bautizan las tierras descubiertas con el nombre de América, y los escritos de Américo Vespucio hablando de un sugerente cuarto continente, se reparten por las cortes y las universidades europeas eclipsando las cartas de Colón, el cual muere con la obsesión de haber llegado a las Indias. Colón cayó en el olvido por interés de la monarquía hispánica que veía difícil poder cumplir las obligaciones contraídas con el Descubridor.


Tras varias centurias de olvido, la figura de Cristóbal Colón resurge con fuerza. En honor a Colón en 1858 se organizó la Columbia Británica, que es una de las provincias que constituyen la confederación del Canadá. En 1790 se fundó la capital de EE.UU. y se la denominó Distrito de Columbia en recuerdo del Descubridor y donde se situó la ciudad de Washington en honor al primer presidente. Y en esta ciudad se erigió en 1792 el primer monumento a Colón. Actualmente hay más de 500 monumentos dedicados a Colón repartidos por todo el mundo, del que destaca el que hay en Puerto Rico, que es casi el doble de altura que la estatua de La Libertad de Nueva York. El marino e historiador Fernández Navarrete con un incansable trabajo de investigación en los archivos de España y Portugal llegó a recopilar a finales del siglo XVIII los legajos que dan cuenta de sus cuatro viajes. El estadounidense Irving, apoyándose en las investigaciones de Navarrete, publica en 1828 una genial obra sobre la vida y viajes de Cristóbal Colón, que se tradujo a todas las lenguas cultas, desencadenando gran fascinación por la temática colombina. La imagen de Colón aparece repentinamente en novelas, cuentos y carteles teatrales hasta ser encumbrada en la leyenda. Se sugiere, incluso, su canonización, pues diversos círculos se esforzaron en lograr la beatificación y santificación a quien descubriendo el Nuevo Mundo había ganado para el catolicismo a millones de almas. (El Santo Oficio lo denegó alegando ciertas máculas en su vida privada) En el Ateneo de Méjico se cursan peticiones encaminadas a que el continente abandone el nombre de América y adopte el de Colombia. Mentes lúcidas como Carlos Marx o el historiador británico Elliot señalaron con precisión el significado histórico universal de la expedición colombina y su importancia para la configuración del mundo moderno. El geógrafo alemán Humboldt dice que Colón sirvió al género humano “ofreciéndole de una vez objetos nuevos al estudio y a la reflexión, engrandeció el campo de las ideas e hizo progresar el pensamiento humano”. La primera Conferencia Panamericana que se celebró en Washington en 1889 adoptó la siguiente resolución: “En homenaje a la memoria del inmortal descubridor de América y en gratitud de los inmensos servicios prestados a la civilización y a la humanidad la Conferencia se asocia a las manifestaciones que se hagan en su honor con motivo del IV Centenario del descubrimiento de América”.


En la época en que la burguesía catalana hizo grandes fortunas en América se pensó levantar un monumento a Colón. A causa del cambio político por lo efímera que fue la I República el concurso no llega a publicarse, pero en 1881 recupera el proyecto el rentista Antoni Fages i Ferrer, quién, con ocasión de la próxima celebración de la Exposición Universal de 1888, convence al consistorio barcelonés, presidido por Rius i Taulet, de la conveniencia de que Barcelona tuviera un monumento de Colón. Se aprueba el proyecto de Gaetà Buigas, (su hijo Carles Buigas, como se sabe, será el diseñador de la fuente Mágica de Montjuïc). El monumento a Colón se inauguró el 1 de junio de 1888 en un acto presidido por la reina regente María Cristina y la presencia del jefe del gobierno Sagasta y con invitados como el rey de Italia Humberto I, el alcalde de la ilustre ciudad de Génova y el presidente de los EE.UU. Grover Cleveland. Este conjunto monumental combina perfectamente ingeniería, arquitectura y escultura. El programa simbólico del monumento muestra la intención de reivindicar la presencia de Cataluña en el descubrimiento y colonización de América. El lema era:”Honrando a Colón Catalunya honra a sus hijos”.


La primera gran celebración del descubrimiento de América se hace en el cuarto centenario, 1892, donde Colón es presentado como el explorador audaz. Esta celebración se vio como una oportunidad clave para sacar a España del ostracismo internacional en el que se encontraba. También se suma EE.UU., que utiliza la resonancia mundial que tiene esta efeméride para presentarse al mundo como potencia emergente y se centra en el homenaje a Colón. La recién creada nación italiana aprovecha la ocasión para explicar al mundo que Italia tuvo un papel importante en el descubrimiento de América, pues un italiano, Américo Vespucio, dio nombre al Nuevo Mundo y otro, Cristóforo Colombo, fue su descubridor. Y publica documentos como la Reccolta Colombina para ratificar y reforzar que Colón era natural de Génova.


Sin embargo unos años después el peruano Luis De Ulloa Cisneros defiende la catalanidad de Cristóbal Colón. El gobierno peruano, que mantenía un litigio con Bolivia y Ecuador a propósito de sus fronteras, lo había enviado a Europa con objeto de recoger información documental que había de servir como prueba en el conflicto. En 1919 pasa mucho tiempo en el archivo de Simancas y recopila muchos documentos relacionados con la época colombina. En un principio se interesa por la tesis de Celso García de la Riga o del Colón gallego, pero para su sorpresa se topó con el Colón catalán al observar los catalanismos que hay en su léxico castellano y en la heráldica colombina. En 1927 publica en París el libro Cristófor Colom, català donde expone su teoría de que Colón era catalán o de algún país bajo su influencia cultural.


Para contrarrestar estas investigaciones de Ulloa Mussolini ordenó a los historiadores italianos la patriótica tarea de añadir aún más aportaciones, buscando o desechando documentos que realicen la tesis prevista sobre el origen genovés del descubridor. El resultado se publicó en la lujosa obra Colombo que se distribuyó de forma perfectamente planificada. Cualquier dato que no encajara con el objetivo de italianizar al Almirante fue rechazado. Y pronto tiene su efecto, pues en vez de Iberoamérica, se generaliza la denominación de América latina a lo que antes era parte del imperio español.


En 1913 se pensó en una celebración anual que uniese a España e Iberoamérica y se elige el 12 de octubre. En 1915 pasó a llamarse Día de la Raza. Pero en 1920, a instancias de Ramiro de Maeztu, embajador en Buenos Aires, se acordó llamarse Día de la Hispanidad.


Aunque pronto surge la polémica que alcanza su punto álgido en el Quinto Centenario, 1992, donde las ideologías se entrecruzan haciendo que cambie el sentido del viaje de Colón en 1492. Se produce una reacción de la corriente indigenista en Iberoamérica. Se reivindica el modo de vida de las comunidades indígenas. La reacción inicial se produce en Méjico, país con una fuerte tradición indigenista y de mestizaje. Se plantea que lo que se debe celebrar es el encuentro de dos culturas o de dos mundos. Porque hablar de descubrimiento es utilizar una visión eurocentrista, es negar la existencia objetiva de América, como si el continente no existiese hasta la llegada de los europeos. Se opina que lo importante no es el viaje de Colón, sino los eventos posteriores que dieron origen al proceso de mestizaje.


Pero hay una tercera posición más radical, no hubo descubrimiento, sino una invasión, por tanto no es un hecho que haya que conmemorar, sino una tragedia que se debe lamentar. Portavoces destacados de esta posición fueron Fidel Castro y Eduardo Galeano. Este enconado debate, que llevó en Barcelona a la quema de la réplica de la Santa María atracada en el puerto, no solo tuvo lugar cuando se celebró el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, sino que se ha ido radicalizando cada vez más. En octubre de 2004 es derribada la estatua de Colón en Venezuela por los adeptos al proceso bolivariano, quienes no tuvieron en cuenta que, precisamente la reivindicación de la figura de Cristóbal Colón, figuró en el imaginario de los independentistas, el venezolano Francisco Miranda y también en Simón Bolívar, quien el 15 de febrero de 1819 bautizó con el nombre de los Estados Unidos de Colombia a los territorios del virreinato de Nueva Granada, Quito y Capitanía General de Venezuela y que en 1886 se desmembró en las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Venezuela y Panamá. Con ocasión del 12 de octubre de 2016 el grupo municipal barcelonés de la CUP presenta una moción en el ayuntamiento de Barcelona para que sea retirado el monumento a Colón, por ser símbolo del “colonialismo” español en América y propone sustituirlo por otro monumento de homenaje a la resistencia de los pueblos indígenas. Afortunadamente se desestimó esa moción porque el monumento a Colón, el primero de esas dimensiones que se erige en el mundo, fue obra totalmente hecha por artistas catalanes y financiada a través de una suscripción popular entre los barceloneses y por el ayuntamiento de Barcelona para la Exposición de 1888. Se prefirió este monumento a Colón en lugar de la torre de estructura de hierro pudelado que les ofreció Eiffel.


Trasladar la actual lucha de los pueblos indígenas americanos por sobrevivir y alcanzar igualdad de derechos ante una oligarquía capitalista que los explotan y menosprecian a la época de Colón no nos parece muy adecuado. La estafa de este debate está en juzgar el pasado con la mentalidad actual. De esta manera la Historia deja de ser ciencia para convertirse en doctrina. El historiador no debe interpretar el pasado filtrándolo por el tamiz de lo que vemos en el tiempo presente.


Hasta ahora la figura de Colón ha sido tratada con pasión, desde la intención del papa Pio IX de canonizarlo otorgándole un sitio junto a Moisés y San Pedro que dificulta un análisis crítico de su persona, hasta considerarlo el símbolo del “perverso” colonialismo español. Esta pasión hace que no se le estudie adecuadamente, con serenidad. Y a este problema se le agrega al historiador otro más grave, que es tener que ir analizando uno por uno los documentos que los partidistas aportan para defender sus tesis. Además la mayoría de los textos colombinos han llegado a nosotros desfigurados por trascripciones de poca fidelidad, por impresiones poco escrupulosas y por tendenciosas traducciones. A todo esto hay que añadir que lo que se aprende de pequeño es difícil poder rectificarlo posteriormente. Si en la escuela aprendimos que Colón era genovés, es difícil que ahora cambiemos de opinión. Los ingleses, según una encuesta que se realizó en 1992, creen que el primero que dio la vuelta al mundo fue Drake; porque posiblemente así lo estudiarían en sus escuelas.


Colón nunca dijo, que sepamos, de donde era. Su hijo Hernando, que fue su primer biógrafo, no indica donde nació su padre, ni siquiera el año exacto de su nacimiento. Es que Hernando Colón llega a manifestar que de los comienzos de su padre en la navegación y de otras muchas cosas “no tengo plena noticia, puesto que él murió cuando aún no tenía yo ni atrevimiento ni familiaridad bastante, por el respeto filial, para osar preguntarle tales cosas”. Hernando Colón escribió una obra sobre la vida y viajes de su padre que hoy se conoce como la Historia del Almirante, pero no llegó a publicarla y a su muerte en 1539 el manuscrito –hoy desaparecido- pasó a su cuñada María de Toledo, esposa de Diego Colón. Posteriormente Luis Colón, hijo y heredero de Diego Colón, se lo entregó al genovés Baliano de Fornari, al parecer en pago de una deuda. Fue Fornari el que lo llevó a Venecia, donde se imprimió en 1571. ¿Quién nos puede asegurar que este manuscrito no fue manipulado antes de ser impreso?


Poco después de la muerte de su padre Hernando Colón viajó a Italia tratando de encontrar familiares paternos. Como la búsqueda fue infructuosa, intentó continuarla por territorios de la Corona de Aragón, pero en 1523, sin indicar los motivos, el emperador Carlos V le decretó la prohibición de continuar con sus averiguaciones.


Fray Bartolomé de las Casas tampoco hace referencia a los orígenes de Colón ¿Acaso tenía algo que esconder? ¿Su origen judío como algunos aventuran? Tener antecedentes judíos, aunque fuera de manera colateral, era muy peligroso, pues Colón hubo de moverse en una corte de obispos e inquisidores y entre magnates que hacían ostentación de la pureza de su sangre. El Santo Oficio llevaba a la hoguera a gente muy influyente y poderosa. Yo creo que teniendo para elegir otras Cortes donde proponer su proyecto de viaje no es lógico que Colón, si hubiese tenido ascendencia judía, se metiera en terreno sumamente comprometido como era la corte castellana. La obsesión por la pureza de sangre, tener una larga ascendencia cristiana, inundó las sociedades castellana y catalo-aragonesa hasta un punto desconocido. A Colón jamás se le hubieran otorgado los títulos de Almirante, Virrey y Gobernador general, porque las leyes que se aprobaron a principios del siglo XV en las Cortes de Valladolid exigían que para ser miembro del ejército había que acreditar ser cristiano viejo. María de Toledo, la nuera de Cristóbal Colón, al querer que su hijo Diego Colón Toledo ingresase en la orden de Alcántara testifica que su suegro era noble de acuerdo con las leyes y costumbres de España.


Ahora bien, cuando un personaje es un mito, como lo era y es Colón, son muchos los lugares que se disputan la honra de ser su cuna. Han surgido diversas teorías que lo hacen natural de Génova, Milán, Cerdeña, Galicia, Portugal, Castilla, Extremadura, Barcelona, Tortosa, Ibiza, Mallorca, Grecia, Inglaterra e incluso Noruega. No voy a refutar uno por uno esos lugares de nacimiento de Colón, pero tanto empeño, más o menos justificado y guiados por prejuicios ideológicos, dificulta la credibilidad de una correcta investigación. Los hay que más que escribir historia se dedican, con más o menos talento o fortuna, a acomodar los hechos a sus peculiares propósitos, a desarrollar una teoría establecida a priori. Muchas de las afirmaciones que se hacen son meras conjeturas sin documentación adecuada que les de soporte.


Lo que si podemos deducir es la fecha de su nacimiento. El 7 de julio de 1503 desde Jamaica Colón remitió a los Reyes Católicos una carta en estos términos:”Yo vine a servir de veintiocho años y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo”. Colón entró en contacto con los Reyes Católicos en 1488, luego podemos deducir que Colón nació en 1460. Los que aventuran que Colón nació antes de esa fecha deben tener en cuenta que los Reyes Católicos se consolidan en el trono en 1479 inaugurando la unión dinástica de las Coronas de Aragón y Castilla. Los hay, como Jordi Bilbeny que, empecinado en sus teorías, no tiene empacho en asegurar que Colón hizo el viaje del descubrimiento con 78 años, como si en aquella época atravesar el Mar Tenebroso fuera un viaje de placer en camarotes con toda clase de comodidades y condiciones. Con los medios de entonces pocos se atreverían hoy a cruzar el Atlántico.


La hipótesis de que Colón era genovés es la más extendida y la más aceptada. Hay dos momentos en los que contundentemente se asegura la genovisidad de Colón.


El prestigioso cronista de los Reyes Católicos y divulgador más famoso del Descubrimiento Pedro Mártir de Anglería, que obedece al rey Fernando el Católico, fue el primero en lanzar la leyenda de que Colón era ligur, lo que es sustentado por la mayoría de escritores que le han sucedido al tenerlo por una gran autoridad como historiador. Y, sin embargo, es el revelador de su verdadero origen. En noviembre de 1929 apareció en Milán en las guardas de un libro de la biblioteca de los Borromeo una declaración de Juan Borromeo fechado en 1493. Llegó a manos de D. Manuel Rubio Borrás, director de la biblioteca universitaria de Barcelona. Es una hoja de papel escrita en una sola cara. Consta de 18 renglones escritos en latín y en cursiva. Si es un falso documento se hubo de falsificar en vida de Colón, pues los estudios paleográficos demuestran que el papel y la caligrafía son propios de finales del siglo XV. Y el detalle paleográfico que nos demuestra su antigüedad es la tinta que, con el tiempo, adquirió una tonalidad heterogénea imposible de falsificar. El concepto moral de esta escritura es de gran valor, ya que contiene una declaración secreta hecha al conde y marqués de Anglería, D. Juan de Borromeo, por el historiador Pedro Mártir de Anglería. La alta religiosidad que caracterizaba a la noble casa de los Borromeo (claro exponente es que uno de los miembros de esa familia es santo: San Carlos Borromeo) movió al conde D. Juan a no llevarse consigo a la tumba el secreto relativo al lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Por este motivo lo dejó estampado en ese documento, que después de su muerte colocaron dentro de las tapas de un libro de su amplia biblioteca.


La traducción castellana de este documento es:“Yo, Juan Borromeo, habiéndome prohibido manifestar la verdad, secretamente conocida por medio del señor Pedro de Anglería, tesorero del Rey Católico de España, y si, como no debo guardar memoria de ello, confío a la historia ser Cristóbal Colón de Mallorca y no de Liguria. El dicho Pedro Martir de Anglería estimó que fuera oculta la astucia con ocasión de política y religión…” Bérgamo diciembre de 1494” Desafortunadamente este documento y el expediente desaparecieron durante la guerra civil española. Sólo contamos con las fotocopias que se publicaron en 1931.


Fernando el Católico empieza a darse cuenta de los exorbitantes privilegios que se le ha concedido a Colón al ver que ya en la organización del segundo viaje trasatlántico se comporta como un casi rey de las Indias. No le agrada que se organice una especie de corte y una guardia personal con más de cincuenta asistentes. Como se sabe, los célebres pleitos colombinos contra la Corona, que no terminaron hasta 1536 mediante el laudo arbitral de Valladolid, se debieron al incumplimiento de los beneficios acordados para Colón y sus descendientes. A Fernando el Católico, al entrar en pleitos con la familia Colón, le interesaba ocultar la genealogía de Cristóbal Colón. Habría algo en esa genealogía que el Católico no deseaba que se supiera, por lo que instó al cronista Pedro Mártir de Anglería que difundiera la idea de que Colón fuese italiano.


Cuando en 1579 quedó vacante el mayorazgo de Colón al morir sin descendencia su nieto Luis Colón causó otra sucesión de pleitos entre las distintas familias colaterales que duran treinta años. Todos estos procesos originaron la sustracción de documentos, la amputación de muchos y la aparición de otros de dudosa credibilidad que dificulta conocer con certeza la filiación de Cristóbal Colón. Incluso un tal Baltasar Colombo que vino de Génova a reclamar al Consejo de Indias la herencia vacante del mayorazgo de los Colones, pero tal demanda fue desechada por falta de pruebas que acreditasen el entronque de linaje de estos Colombos genoveses con el descubridor de América.


Pero la documentación más contundente es la Reccolta Colombina que, como hemos dicho, se presentó en el IV Centenario del Descubrimiento de América para demostrar que Colón era de Génova. Llama la atención la cantidad de documentos notariales que se presentan para ser de una familia humilde. Y un examen detenido de esa documentación pone de manifiesto que es apócrifa. Por ejemplo, el documento más importante que se presenta es la Institución del Mayorazgo atribuida a Colón y realizada el 22 de febrero de 1498 donde se dice: “siendo yo nacido en Génova vine a servir a Sus Altezas aquí en Castilla”. Ya nos llama la atención que ni Hernando Colón ni Bartolomé de las Casas hagan alusión de este documento. Los que redactaron este documento cometen errores garrafales, “E ansí lo suplico al Rey e a la Reina, Nuestros Señores, y al Príncipe don Juan su primogénito Nuestro Señor…”. Se menciona al Príncipe Juan para velar por el cumplimiento del Mayorazgo cuando el príncipe había muerto en octubre de 1497, cuatro meses antes de la fecha del Mayorazgo. Y Colón, que tenía de pajes del príncipe a sus hijos, perfectamente sabía que había muerto. Además en este mismo documento se dice “… mis oficios de Almirante del Mar Océano, que es la parte de Poniente de una raya que mandó asentar imaginaria su Alteza sobre a cien leguas sobre las islas de las Açores, y otros tanto sobre las de Cabo Verde, la cual por todo a Polo a Polo, allende de la cual mandaron y me hicieron su Almirante…”. Hemos de tener en cuenta que tras el Tratado de Tordesillas, que se firmó el 7 de Junio de 1494, la línea de demarcación de cien leguas que se había establecido con las Bulas alejandrinas, se traslada a 370 al oeste de las islas de Cabo Verde. Este error no lo podía cometer Colón de ninguna de las maneras, pues era un asunto que le competía. Este documento lo firma Fernando Álvarez de Toledo, cuando hacía cuatro años que no actuaba de secretario, pues su firma no aparece en ningún documento posterior a 1494. Colón en el testamento que hizo en Valladolid poco antes de morir fija la declaración de mayorazgo en fecha posterior. “El año de quinientos e dos yo fice una ordenanza y mayorazgo”. El documento que se presenta en la Recolta se había falsificado en basa al de 1502, al que hicieron desaparecer para poner el apócrifo en su lugar.


En la Reccolta Colombina leemos que se encontró una partida de bautismo (algo raro porque en aquella época hasta que lo aprobó el Concilio de Trento no se levanta acta de los bautismos) en la parroquia de Santo Stefano, situada a las afueras de Génova a nombre de un tal Cristóforo Colombo, el cual nació a finales de 1451, hijo de Doménico Colombo y Susana Fontanarossa. Doménico vivía en Génova y fue guardián de la Porta dell´Olivella hasta febrero de 1470, en que se trasladan a Savona para regentar un taller de lana. Cristóforo Colombo estuvo trabajando como cardador de la lana hasta la edad de 20 años.


Aunque la hipótesis de que Colón era genovés sea la más extendida y la más aceptada, es la menos verosímil. A pesar de que no aportemos documentos, la acumulación de pruebas indiciarias llega a alcanzar suficiente entidad como para probar la procedencia de Colón.


El origen humilde que se les atribuye a sus progenitores, artesanos de un taller de lana, hace difícil entender que, en una época en el que el analfabetismo entre las clases humildes era la regla, Cristóforo Colombo tuviera unos conocimientos científicos, humanísticos y de idiomas que aún en nuestros días serían excepcionales. El descubridor de América hablaba perfectamente la lengua castellana, sabía latín y lo que es más importante, no desentonaba en las Cortes de Portugal y Castilla. Sorprende los conocimientos literarios que tenía para ser un hombre de mar del siglo XV. Su esmerada educación se puede deducir por su soltura en el manejo del latín y la fluidez de su caligrafía. Y los conocimientos de aritmética, geometría, astronomía y cartografía que tenía no son fáciles de asimilar mediante autoaprendizaje.


La enseñanza de Cristóforo Colombo en Génova hubiera sido rudimentaria y es dudoso que hubiera aprendido algo más que leer y escribir. Y en este caso hubiera aprendido genovés o italiano. Sin embargo, las cartas que se escribieron los hermanos Colón están escritas en castellano. Es más, las cartas que escribe Colón al embajador genovés de Castilla y a la banca de San Giorgio (de Génova) o de este banco a Colón también están escritas en castellano. Cuando se escriben cosas íntimas, como son las anotaciones en el margen de los libros, tan usual en Colón, lo hace en castellano o en latín. Colón antes de entrar en Castilla, viviendo en Portugal, hace una larga apostilla en castellano al Imago Mundi de Pierre d’Ally. ¿Cómo se explica esa amnesia de olvidar su lengua materna hablada hasta los 20 años si Colón fuese de Génova?


¿Cómo explicar que Cristóforo Colombo al radicarse en 1476 en Portugal y vivir ocho años allí y en 1484 pasa a Castilla y entonces repentinamente empieza a hablar y escribir con cierta elegancia en castellano? No se ha encontrado ninguna carta escrita por Colón ni en italiano, ni en genovés ni en portugués. Si, acaso, en catalán porque en la Biblioteca Colombina de Sevilla, fundada por Fernando Colón, hay una nota que se refiere a su padre y dice: letra enviada al escribá de ració en 1493 en catalán. Nº 4743. Pero la carta ha desaparecido.


Lo que si hemos podido constatar es que utiliza e intercala palabras catalanas como fugeron, meitat, fusta, vegadas, tonina, corda, bojar, boneta, ampolleta, bruma, farallón, pardelas, Margalida. Colón firmaba Almirant, forma arcaica usada en Tirant lo Blanc. También utiliza la palabra Virrey en lugar de Visorrey del castellano de la época. Las faltas ortográficas y los errores en los tiempos de los verbos que comete Colón en sus escritos son típicos del castellano de una persona catalanoparlante. Menéndez Pidal establece que el castellano no era la lengua materna de Colón sino un idioma aprendido.


Si Colón era genovés, ¿por qué ofreció su proyecto de viaje a Portugal, a Inglaterra, a Francia y a Castilla y no lo brindó a la República de Génova, que era la que contaba con las flotas más importantes de la época? No puso el nombre de Génova a ninguna isla, ni siquiera a algún bajío, escollo, arrecife o atolón caribeño. Si Colón hubiera tenido alguna relación con Génova, especialmente de familia, sus hechos hubieran sido conocidos y comentados en dicha ciudad. ¿Por qué Colón no hizo nada por su padre que, según la teoría genovista, murió a la edad de ochenta y un años en la miseria y cargado de deudas? Bien conocida es, sin embargo, la preocupación de Colón por sus hermanos Bartomeu y Diego, hasta el punto de ser acusado de nepotismo. A poco que se conozca la organización social del siglo XV, con la diferencia de clases que había, se comprenderá que un aventurero genovés, hijo de un tejedor, jamás se hubiera podido casar con la aristócrata Felipa Moniz de Perestrello, emparentada con la casa real de Braganza. Además, para que ella pudiera casarse necesitaba la autorización del maestre de la orden militar de Santiago, que era el príncipe portugués.


Cuando Colón exige en las Capitulaciones de Santa Fe el título de Almirante alega que no sería el primero en su familia. También pide los cargos de Virrey y Gobernador General de las tierras descubiertas con carácter vitalicio y hereditario. ¿Cómo se atrevió a pedir privilegios sólo reservados a la alta nobleza? El título de Don se otorgaba en aquella época a contadas personas. Lo usaban los reyes, los miembros de su familia y nobles de elevado rango. A Colón los Reyes Católicos concedieron el título de Don y los demás altos cargos en abril de 1492 antes de realizar el primer viaje, que, como se sabe, había sido rechazado por las Juntas de sabios por inviable. Nunca en la Historia se le ha dado tales títulos a ningún navegante, ni a nadie que no fuere de la alta nobleza. A pesar de sus méritos, ni a Hernán Cortés se le dio el título de virrey de Méjico, ni a Elcano el mando supremo de la segunda escuadra al Malucco, porque no pertenecían a la nobleza. Si a Colón se le concede tal dignidad y títulos no podría ser un cualquiera, y mucho menos un plebeyo genovés. Habría de ser alguien de la familia real. Los hijos de Colón fueron nombrados pajes del príncipe de Asturias, lo que solo era patrimonio de las casas más ilustres.


El título de Almirante se le concede a Colón al estilo del de Castilla, o sea la jurisdicción suprema en la mar. Pero para las islas y tierra firme que se descubrieran se le concede los títulos de Virrey y de Gobernador General de modelo de la Corona de Aragón, pues Castilla en 1492 carecía por completo de la experiencia en la gobernación y administración de territorios alejados de los centros de poder. En Cerdeña o en Nápoles o Sicilia había un Virrey y el Príncipe de Viana fue nombrado Gobernador General de Navarra, pues no podía intitularse Rey mientras viviera su padre Juan II, como había establecido en su testamento su madre Blanca de Navarra.


Si hubiesen sido unos aventureros de origen humilde, cómo se explica que Bartomeu, el hermano de Colón, viviera hospedado aproximadamente un año en el palacio real de París invitado por la madre del rey francés. El mismo Cristóbal Colón, antes de integrarse en la Corte de los Reyes Católicos, estuvo hospedado durante dos años en el palacio del Puerto de Santamaría del duque de Medinaceli, uno de los personajes más poderosos de Andalucía.


Como sustentan prestigiosos historiadores, como Manuel López Flores, el Padre Nectario, Joan Cerdà, Torcuato Luca de Tena y especialmente Gabriel Verd Martorell, Cristóbal Colón nació en Fenalitx, de la isla de Mallorca en 1460 y fue hijo bastardo del Príncipe de Viana, hermanastro de Fernando el Católico, y de Margalida Colom, que pertenecía a una importante familia asentada en lo que hoy se llama San Ramonet al pie del castillo de Santueri donde se hospedó el príncipe Carlos. Existe una carta fechada el 28 de octubre de 1459 del príncipe de Viana al gobernador de Mallorca donde le refiere las relaciones amorosas habidas con Margalida.


El Príncipe de Viana había llegado a la isla el 20 de agosto de 1459 con siete galeones y acompañado de notables barones y caballeros y una buena salud. El 26 de enero de 1460 firma una concordia con su padre poniendo fin a las diferencias que había tenido con él durante una década y a finales de marzo abandona la isla antes de que naciera Colón. Por eso no lo tiene en cuenta al hacer el testamento que redactó el día anterior a su muerte acaecida el 27 de septiembre de 1461. Oficialmente el Príncipe de Viana murió de tuberculosis, aunque cundieron voces de que murió envenenado.


El duque de Medinaceli se casó con Ana de Navarra y Aragón, otra hija natural del Príncipe de Viana, o sea era hermana de Cristóbal Colón, y por ello vivió en su palacio dos años cuando vino a Castilla. En aquella época los hijos bastardos de la aristocracia eran considerados de la familia con los mismos honores. Pensemos, por ejemplo, en D. Juan de Austria, el vencedor de la batalla de Lepanto, que era hijo bastardo de Carlos V. El primer rey de la Casa de Trastamara, Enrique II, era hijo bastardo de Alfonso XI. Y Doña Juana Enríquez, la madre de Fernando el Católico, era hija de otro hijo bastardo de Alfonso XI.


Por ser miembro de la familia real Cristóbal Colón recibió una esmerada educación y aprende el castellano que era la lengua de la monarquía hispana y de la aristocracia. Y como afirman Hernando Colón y Bartolomé de las Casas Cristóbal Colón se introdujo en las cosas del mar a través de un corsario pariente. Ese corsario fue su tío Colón el Viejo, hermano de su madre que, enfrentado al rey Juan II, vive exilado en la Provenza. Al servicio del duque de Anjou, atacó los navíos y las costas de la Corona de Aragón. Esto explica el misterioso silencio de que se rodeó Colón sobre su procedencia. Después de hacerse marino en el Mediterráneo Colón se une a la flota de su otro pariente de la Gascuña, el también corsario Guillermo de Casanove, quien fue distinguido por el rey francés Luis XI con el título de vicealmirante.


Mientras para la historia oficial el lanero genovés Cristóforo Colombo, nacido en 1451, hasta la edad de 20 años no se había movido de Génova, donde ejercía su sencilla profesión de tejedor, el marino, cosmógrafo, corsario y mercader Cristóbal Colón ya navegaba desde la niñez como él mismo afirma en una carta que envía a los reyes en 1501: “De edad muy pequeña entré en la mar navegando y he continuado hasta hoy (…) Todo lo que hasta hoy se navega lo he navegado.” En aquella época no había escuelas de navegación. El marinero necesitaba toda una vida para formarse. Entraban de grumete y aprendían oralmente las lecciones de los viejos marinos y observando directamente los misterios del mar y del firmamento en el curso de los años.


Cristóbal Colón se estableció en Lisboa gracias a su tío Guillermo de Casanove, después de la batalla del Cabo de San Vicente donde Colón salvó milagrosamente la vida. A diferencia de Magallanes, y de otros, cuando Colón se contrata en Castilla para hacer el viaje a través del Mar Tenebroso, no se ve obligado a naturalizarse, pues, aunque fuese extranjero en Castilla, se le considera súbdito de los RR.CC. Cada vez que Colón se dirige a los RR.CC. lo hace con la expresión “mis señores naturales”.


Colón siempre tuvo en su pensamiento su patria chica. La cartografía mallorquina hizo de Colón un excelente cartógrafo. A la primera isla que descubre la bautiza con el nombre de San Salvador, en recuerdo del santuario de San Salvador de Felanitx. Y a la segunda isla la denomina Concepción influenciado de la devoción que su paisano Ramón Llull tenía sobre la Inmaculada Concepción. El misticismo de este filósofo mallorquín representado en su afición a los símbolos (círculos, triángulos…) lo encontramos en la firma de Colón. La obsesión del beato Ramón Llull de rescatar los Santos Lugares también la encontramos en Colón en su Libro de las Profecías.


Aunque la tesis de Génova no resiste un estudio serio ni científico, muchos siguen considerando genovés a Colón, probablemente por inercia o por comodidad. Pero también los hay que, por un mal entendido patriotismo españolista, prefieren la tesis de origen genovés antes que aceptar la catalanidad de Colón.


Otro enigma: ¿Cómo concibió Colón su primer viaje? En el preámbulo de las Capitulaciones de Santa Fe, el contrato que firman los Reyes Católicos y Cristóbal Colón, hay una afirmación sorprendente: “Las cosas suplicadas e que vuestras altezas dan e otorgan a don Christoval en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en los mares oceanas y del viage que agora con la ayuda de dios ha de facer en servicio de vuestras altezas…”


O sea, se patrocina un viaje a un lugar ya descubierto en la mar océano. Colón daba por sentado que iba a encontrar tierra después de navegar setecientas cincuenta leguas en el plazo de un mes. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo estaba tan seguro? ¿Había hecho un viaje previo a esas tierras o alguien se lo había dicho? Si Colón hubiera estado previamente en las tierras que después da por descubiertas, sería un secreto a voces, pues habría muchos más que también habrían estado en esas tierras incógnitas del otro lado del Mar Tenebroso, ya que en aquella época no era posible la navegación en solitario. Es más lógico pensar que Colón estuviera en contacto con algún náufrago que venía de aquellas tierras.


Los vientos alisios, que constantemente soplan desde el este, son interrumpidos, a veces, por grandes huracanes que se generan sobre el Sahara y ganan potencia cruzando el Atlántico hacia el Caribe. Si uno de estos huracanes atrapa alguna embarcación de mucho aparejo y poco calado inexorablemente la arrastra hacia el oeste hasta estrellarla en los arrecifes e islas que circundan el mar Caribe o el golfo de Méjico. En su segundo viaje Colón encontró en América los restos de una nave europea que pudo haber sufrido esa trágica suerte. Y también observaron que entre los niños nativos había algunos con rasgos europeos, la tez blanca, ojos azules, aunque en aquel momento no se dio excesiva importancia a este hecho.


Es posible que algún barco de los que iban a Guinea y en la denominada “Volta a Mina” sufriera semejantes huracanes, pero sobrevivieran y pasaran varios meses explorando y trazando mapas de las islas del Caribe y en el viaje de regreso un fuerte temporal los dejara maltrechos y unos pocos alcanzaran tierra en un estado precario a causa de la sífilis que contrajeran en tierras americanas. Martín Alonso Pinzón, por ejemplo, regresó tocado de la sífilis y, superando una terrible tormenta a la altura de las Azores que arrastró a la Pinta al puerto de Bayona, muere al poco de arribar a Palos.


No es descabellado pensar que, cuando Colón se fue a vivir con su recién esposa a Porto Santo arribaran unos náufragos y antes de morir le explicaran, no sólo la existencia de unas tierras desconocidas, sino también la ruta y los vientos para llegar a ellas y la distancia. Colón tomó aquellas tierras como los aledaños de la India, la China y el Cipango, que tanto ponderó Marco Polo. Y concibió la idea de restaurar el interesante comercio que Europa había tenido con aquellas legendaria tierras y que los turcos al apoderarse del imperio bizantino cercenaron. El negocio sería redondo.


El propio Bartolomé de las Casas habla del prenauta en su obra Historia de las Indias, al afirmar que Colón despachó personalmente en su propia casa de Porta Santo con un piloto onubense que llegó enfermo tras un largo viaje de retorno del Atlántico.“Dijose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España (…) corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu de ella vino diz a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que los descubrió”.


La paternidad del piloto misterioso habría que atribuírsela a otro historiador Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega, quien se lo oyó contar a su padre, servidor de los Reyes Católicos. En el capítulo III de sus Comentarios reales presenta una minuciosa reconstrucción de los hechos: “Cerca del año de mil y cuatrocientos y ochenta, uno más o menos, un piloto natural de la villa de Huelva en el Condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba con la mar(…)le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho días sin saber por dónde y adonde (…) Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla(…) Cuando llegó a un puerto extraño construido por los indígenas desembarcó con los pocos marineros que le quedaban de la tormenta. Los indígenas los recibieron bien porque eran altos y tenían barba y porque su religión les decía que desde el mar vendrían los dioses. Los indígenas le dieron comida, oro y les ofrecieron a sus mujeres como regalo (…) y volvieron con un cálculo aproximado de cuando fueron conducidos por la tormenta. Después de casi un mes atracaron en la isla de Porto Santo donde residía Cristóbal Colón. Alonso Sánchez, enfermo y siendo uno de los pocos supervivientes tomaría contacto con el navegante al que trasladó toda la información que recogió el marinero”.


También este mismo hecho es mencionado en la obra Historia general de las Indias del cronista Francisco López de Gomara. La historia del prenauta Alonso Sánchez de Huelva ha sido comentado por muchos más autores, que por no alargarme lo omito.


Si Colón, como dijo, iba a las Indias, la China y el Cipango, ¿Cómo es que llevó en el primer viaje cascabeles, cuantas de vidrio, espejitos, telas de diferentes colores… ¿Acaso pretendía impresionar al Gran Kan de la China y a los poderosos señores de Cipango con esas baratijas? No creemos a Colón tan ingenuo como para exigir ser virrey de las tierras descubiertas si pensaba que eran la China con sus grandes ejércitos y un cuerpo de guardaespaldas de doce mil hombres, como sabía por Marco Polo. ¿Cómo se atrevió a tomar posesión de unas tierras que bien sabía que tenían reyes y, además, muy poderosos? Alguien hubo de decirle con el tipo de población que habría de encontrarse.


Cuando navegaban a lo largo de la costa de la Española vieron en el punto más septentrional de la isla un alto promontorio unido a tierra por un ismo bajo, Colón dio a entender conocerlo, a pesar de ser la primera vez que pasaban por allí y dijo que era Monte Cristo, un punto de referencia de las minas de oro. Alguien hubo de explicar a Colón que esa señal geográfica indicaba la posición de la zona rica en oro.


Colón en su primer viaje llevó un rumbo prefijado que lo llevaba oculto. Tan disimulado que no lo reflejó en su cuaderno de abordo para que nadie le arrebatara el secreto de su proyecto. El Diario de Colón no concuerda con la ruta que en realidad llevaron. Desde Canarias Colón no lleva rumbo oeste aunque lo explique en su Diario. Colón comenta en su cuaderno de bitácora que los marinos, al echarse un balde agua del mar para refrescarse del achicharrante calor, aseguran que es más fría y menos salada de cuando lo hacían a la altura de las Canarias. Y es que paralela a la costa africana, y entre las Canarias y las islas de Cabo Verde, hay una extensa zona donde aflora un agua más fría y menos salada procedente de la corriente que se origina en la Antártida. Esa mezcla de aguas origina ricos bancos de pesca. Precisamente Colón anota en su diario la captura de una tonina (atún) Si Colón hubiera navegado al oeste de las Canarias, como señala en su diario, no hubiera podido observar ese fenómeno Al oeste de las Canarias esa zona de pesca es inexistente. Colón vira al oeste cuando coge los vientos alisios a la altura de las islas de Cabo Verde.


Estando en Sevilla después de su primer viaje, Colón recibe un mensaje de los Reyes Católicos donde le dicen que de las órdenes oportunas al banquero Berardi y al representante real, el arcediano Fonseca, para que organicen el segundo viaje a las Indias y que vaya por tierra a Barcelona, que es donde se encuentran. Cuando arriban a Barcelona el fraile Ramón Pané conduce a Colón y su caravana al monasterio de Sant Jeromi de la Murtra, que es donde les esperan los reyes.


He elaborado este libro de COLÓN Y SUS ENIGMAS siguiendo el patrón que ya utilicé para escribir Y SIN EMBARGO ES REDONDA. Magallanes y la primera vuelta al mundo con la idea de potenciar este nuevo método narrativo.


Con el material que he recopilado podría elaborar un tratado histórico, uno más, o un ensayo que puede servir de estudio y análisis a minorías selectas, pero me alejaría del gran público por no ser atrayente. Al gran público se llega con una exposición novelada. Pero no con una novela histórica donde se inventan personajes que se mezclan con figuras históricas. Cuando se trata de personajes y hechos históricos no le cuadra lo de la novela histórica, porque ha de primar el rigor histórico. Cuando se trabaja sobre personajes que existieron al lector le gusta saber lo que realmente pasó y no lo que al narrador le hubiese gustado que pasase.


¿Es compatible el rigor científico que exige el trabajo del historiador con un relato comprensible, cómodo y atractivo? ¿Puede haber una expresión novelada en la forma con rigor histórico en el fondo? Para evitar el carácter netamente erudito e interesar a un público heterogéneo he acogido una fórmula que contempla, por un lado, el desarrollo científico y empático del conocimiento histórico tras seleccionar, organizar y comparar datos procedentes de fuentes de información diversa y, por otro lado, utilizo las estrategias de la ficción para aplicarlos a una tensión narrativa.


He hecho una narración de la vida, que admite pormenores, incidentes y circunstancias menores que desecha la Historia. Los datos históricos son la materia, pero la perspectiva psicológica es la forma creadora del ambiente histórico, el clima de la época. He puesto en el relato una precisa justeza histórica, sin que se observe la documentación que hay debajo. He querido hacer una obra estética, un relato ameno, no un artificio de erudito. He utilizado el diálogo para conformar el ambiente y el clima de la época. Con los diálogos lo que he hecho es trasferir a forma conversacional el mismo hecho histórico. Con los diálogos no he pretendido fabular sino colorear la pasión y dar corporeidad al anhelo del instante.


Los que han leído el libro de Magallanes pueden certificar lo que digo de hacer compatible el rigor científico que exige el trabajo del historiador con un relato comprensible, cómodo y atractivo. Una expresión novelada en la forma con rigor histórico en el fondo. En vez de explicar lo que ocurrió he recurrido a los mismos protagonistas para que sean ellos quienes nos lo cuenten al rehacerles sus vidas. Los personajes vuelven a vivir y sentir en tiempo presente, con sus grandezas y debilidades, con sus pasiones y sus virtudes, con sus intrigas y enredos, como todos los mortales.



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