GONZALO GÓMEZ DE ESPINOSA, el gran olvidado en el Quinto Centenario de la primera vuelta al mundo.

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Escasa mención está mereciendo por los sesudos historiadores que están analizando el V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo uno de los personajes clave del increíble viaje, como fue Gonzalo Gómez de Espinosa. Están en el debate entre quién fue más importante, si Magallanes o Elcano. Los portugueses se decantan por Magallanes por ser su paisano, aunque no hacen mucho hincapié en que fue el rey portugués Manuel I, encima llamado el Afortunado, el que despreció a Magallanes e hizo todo lo posible para desbaratar el viaje cuando se enteró que lo estaba organizando en el rival y vecino reino de Castilla. Y decimos reino de Castilla y no España, porque tan españoles eran los portugueses en aquella época, como lo eran los castellanos,los aragoneses, los valencianos o los catalanes. Y esos historiadores lusos que conmemoran el viaje pasan por alto que el fidalgo escudeiro Fernao de Magalhaes se nacionalizó castellano haciéndose llamar Magallanes como queda reflejado en su testamento.
Al prurito nacionalista conviene Juan Sebastián Elcano
Al prurito nacionalista de la España actual conviene más Juan Sebastián Elcano, al que se le encumbra como al héroe de tan magna hazaña de ser el primero en dar la vuelta al mundo, sin reparar que fue uno de los que intentaron abortar el viaje cuando la sublevación en el puerto de San Julián. Se reconoce a Magallanes, pero colocándolo al lado de Elcano, en un segundo plano, como si hubiera sido su ayudante o su colaborador. Sin embargo, la idea fue enteramente de Magallanes y de Faleiro. Y Magallanes porfió, puso todos los medios y venció los mil obstáculos que se interpusieron para que se llevara a cabo la empresa. Una empresa que tenía por finalidad, no lo olvidemos, llegar a las islas de las especias buscando el paso que les llevara del Atlántico al mar que descubrió Vasco Núñez de Balboa, que ellos denominaron océano Pacífico.
A Magallanes se le puede achacar que no culminó con éxito y al que no remata su obra no se le recompensa. Nada más injusto, pues nadie como él ha realizado la proeza de atravesar el océano más extenso de cuantos hay, después de encontrar el tan buscado paso. Y descubrió unas islas fabulosas. Y si Lapu Lapu y los suyos no hubieran acabado con su vida tan estúpidamente, hubiera llegado a las islas de la especería, ya que las tenía prácticamente al alcance de las manos. Pero Magallanes, como Moisés, condujo a los suyos a la tierra prometida, pero no se le permitió entrar en ella, no se le permitió saborear el éxito. Y encima al cronista del viaje, Antonio Pigafetta, se le acusa de encumbrar a Magallanes y no mencionar para nada a Elcano.
Hay un personaje que no se le homenajea en el V Centenario
Pero hay otro personaje que no se le nombra para nada. Y, sin embargo, es protagonista esencial en el viaje de la primera vuelta al mundo. Y también dio la vuelta al mundo, aunque unos años después y encadenado en la sentina de un barco portugués. Nos referimos a Gonzalo Gómez de Espinosa, el alguacil mayor de la escuadra magallánica, el encargado de mantener el orden y que se cumplieran las leyes a bordo. Fue nombrado el 9 de abril de 1519. “Por la presente acatando los servicios que vos, Gonzalo Gómez de Espinosa me habéis fecho e facéis, e espero que me faréis de aquí en adelante, e vuestras suficiencia e habilidad, es mi merced que seáis mi alguacil del armada que van por nuestras capitanes Fernando de Magallanes e Rui Falero. E que todo el tiempo que durare la dicha armada, traer y traigáis vara de nuestra justicia e ejecutar los mandamientos que por los dichos nuestros capitanes fueren puestos e dados”.
Gonzalo Gómez de Espinosa era natural de Espinosa de los Monteros (Burgos) y cuando se puso al servicio de Magallanes tendría unos treinta años. Era un hombre seguro de sí mismo, fuerte como un roble y que inspiraba lealtad y obediencia insobornable. Tuvo de ayudante a Pedro Gómez, de Hornilla de Prieta, un pueblo (o pedanía) cercano al suyo, que murió en la batalla de Mactán. También llevaba a su cargo cinco merinos, uno por nave: Alberto, Yudícibus, Diego de Peralta, Juan de Sagredo y Juan de Aroche. Después de comprometerse con su cargo ya no hubo más tumultos en la escuadra, como el que sufrió antes de su nombramiento por instigación del espía portugués Sebastián Álvarez. En los 41 días que estuvo la armada atracada en Sanlúcar de Barrameda no consintió que nadie de la escuadra estuviera en tierra, según la orden que recibió.
Tuvo un papel decisivo en la sublevación del Puerto de San Julián
Gómez de Espinosa tuvo un papel decisivo en la sublevación del Puerto de San Julián. Las naos San Antonio, Concepción y Victoria se sublevaron y estuvieron en descarada posición de fuerza frente a la nao Trinidad y la Santiago, aunque ésta, en caso de combate poco contaba. La noche anterior Gaspar de Quesada y Juan de Cartagena, con la valiosa ayuda de Juan Sebastián Elcano, se habían apoderado de la nao San Antonio, encadenando a su capitán Álvaro de Mezquita e hiriendo de gravedad al maestre Elorriaga (semanas después moriría de la gangrena de las heridas) Ahora, y a la vista de todos, es cuando el alguacil Gómez de Espinosa y seis marinos de confianza, aparentemente desarmados, llevan un mensaje al capitán de la Victoria Luis de Mendoza. Van despacio, pausadamente, como si contaran cada golpe de remo. Desde las cinco naves todos los ojos están pendientes del bote que dirige Gómez de Espinosa con enervante parsimonia. Llagados a la Victoria los enviados de Magallanes ascienden por la escala de cuerdas que se les tiende. El alguacil, que va el primero, lleva el enrollado mensaje muy a la vista. El capitán Luis de Mendoza, vestido de armadura pero sin casco, sale a recibirles al portalón. Gómez de Espinosa hace entrega del escrito al capitán, que lo desenrolla y empieza a leer a la luz mortecina del frío ambiente de la mañana. Su gesto burlón se trueca en una mueca de dolor. El puñal oculto de Gómez de Espinosa le ha seccionado la garganta. Y en ese preciso instante trepan a bordo por estribor quince hombres bien armados al mando de Duarte Barbosa. La tripulación de la Victoria no presenta resistencia y Barbosa se hace cargo de la nao. En un momento ha cambiado la suerte. Ya son tres naves contra dos. El alarde de valor de Magallanes, secundado por el alguacil, ha hecho trizas a los sublevados.
Ahora, con la mentalidad de nuestro tiempo, a Gómez de Espinosa se le denigra por haberse manchado las manos de sangre. No se piensa el desastre que hubiese supuesto el que hubiera triunfado la sublevación. Más de uno habría aparecido en el fondo del mar con una piedra atada al cuello. Y con toda seguridad el viaje de la primera vuelta al mundo se hubiera malogrado. Y uno de los responsables habría sido Juan Sebastián Elcano, el que se llevó y se lleva en esta conmemoración todos los honores de ser el primero en dar la vuelta al mundo.

Gómez de Espinosa es elegido Capitán general de la escuadra
Después de los sucesos de Mactán y de Cebú se hace con la dirección de la mermada escuadra el piloto Juan Carballo. Sólo quedaban dos naves, la Trinidad y la Victoria, porque la Santiago había zozobrado en las costas patagónicas, la San Antonio había desertado y la Concepción, carcomida por la taraza, hubo de ser quemada por no haber suficientes brazos para manejar los tres navíos. Y en la isla de Cimbambón, al norte de Borneo, donde reparan las naves a fondo, principalmente la Victoria, el 17 de septiembre de 1521 la tripulación destituye a Juan Carballo por estar hartos de su mal comportamiento y eligen a Gonzalo Gómez de Espinosa capitán de la Trinidad y a Juan Sebastián Elcano de la Victoria. Habían elegido a Gonzalo Gómez de Espinosa Capitán general de la escuadra por ser un hombre de honor, recto, que había mostrado valentía y decisión cada vez que había sido necesario. Con él la marinería se sentía protegida. Y el 8 de noviembre de 1521 se alcanza el objetivo del viaje: llegar a las Islas Molucas desembarcando en la isla de Tidore. Los buenos oficios de los nuevos dirigentes hizo posible la amistad de los reyezuelos, incluso el rajá de la isla de Tidore se declara vasallo del lejano emperador D. Carlos, y los navíos son cargados de especias a rebosar.
Y por fin, llega el momento de retornar. Pero están en las antípodas, por lo que han de recorrer medio mundo para volver a casa. Escalofríos les entran a todos el tener que regresar por el estrecho de Magallanes. Por ello, Elcano, Pigafetta, Albo y otros piensan que retornar por el camino de los portugueses es lo más acertado, pues la ruta ya es conocida y no surgirían graves sorpresas. Espinosa, Mafra, Carballo, Punzorol, Pancaldo y otros creen, sin embargo, que regresando por el Pacífico norte se pueden coger los contralisios y a 1800 leguas, según sus cálculos, llegarían al Darién donde se encontrarían con Andrés Niño y Gil González Dávila que, como les comentaron en Sanlúcar de Barrameda, irían a ese lugar para construir carabelas, y los podrían ayudar a trasladarse al Atlántico. Y de allí a casa, sin ningún peligro de tropezarse con los portugueses, los cuales los eliminarían sin contemplaciones, pues piensan que el negocio de las especias es suyo. Y no contravenían lo capitulado con el Emperador Carlos de que no se violaría el tratado de Tordesillas, que les prohibían internarse en la zona de influencia portuguesa. Y se rotura el camino de retorno para sucesivos viajes.
El que a última hora la Trinidad hiciera aguas, precisando una profunda reparación de meses, resuelve el conflicto. Elcano no quiere esperar tanto tiempo a que la Trinidad sea reparada y decide retornar cuanto antes con la Victoria por el camino de los portugueses, aunque sea sin su piloto Punzorol, quien no está dispuesto a salir en precarias condiciones para morir de hambre en altamar o a manos de los portugueses. Pero Francisco Albo, de la dotación de la Trinidad, se compromete a pilotar la Victoria y, además, se lleva mapas que Magallanes tenía donde se señala la posición de las factorías portuguesas. Y el cronista Pigafetta también se traslada a la Victoria. Y parten el 21 de diciembre de 1521.
El retorno
